CUANTAS MANOS EDUCAN A MI HIJO ??

A la educación que damos como padres, se suman una serie de comentarios, consejos y críticas sobre nuestro papel sin que los hayamos pedido. ¿Cómo controlar y aprovechar esas situaciones?

Los abuelos, las nanas, los cuñados y las amigas, todos quienes tienen relación con la familia, influyen de una u otra manera en la educación de los hijos. A continuación señalamos algunas situaciones que suceden con frecuencia y damos pautas de cómo manejarlas, pero siempre teniendo en cuenta que los padres son los responsables de la educación de sus hijos y que sólo ellos trazan la línea.

Situación 1: Los abuelos

- "La abuela encuentra que la sopa de mi hija está mal hecha porque no tiene suficiente acelga; me hace ponerle un gorro de lana cada vez que me voy de su casa, aunque haga calor; y encuentra que duerme demasiado poco".
- "La abuela, cada vez que vamos a verla, les tiene unos regalos increíbles. Ellos sólo quieren ir por los regalos, pero ella no se da cuenta".
- "Estoy tratando de que mi hija no coma dulces ni chocolates porque está con sobrepeso, pero los abuelos la llenan de dulces cada vez que pueden".
Existen dos tipos de abuelos: los regalones y los ayudadores. Los primeros sólo buscan que los nietos estén felices con ellos y para eso se desviven por hacerlo que los niños quieran, los llenan de regalos y dulces.
Los ayudadores, en cambio, quieren apoyar a los papás en lo que pueden. Las mamás viven en una vertiginosa carrera entre el trabajo, las compras, los turnos y la casa. El papel de los abuelos es fundamental porque tienen la experiencia, la sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos.
No se trata de opinar y corregir sobre el manejo de la casa, la comida o si el niño tiene que ponerse el chaleco o no. Su papel está en ayudar a desarrollar a esos niños como personas, reforzarlos en el plano espiritual. Así, por ejemplo, de chicos, les pueden enseñar a ser cariñosos, a desarrollar algunas virtudes, y, más grandes, comentar con ellos las noticias del diario, llevarlos al teatro, etc.
Por supuesto que el lado "regalador" también puede estar presente. Es parte del ser abuelos. Pero teniendo cuidado en "no atornillar al revés" que los padres. La mejor manera de hacerlo es preguntándose si así ayudan a la educación de sus nietos o no.
Y si el abuelo o la abuela creen que algo anda mal en esa familia, claro que puede hablar con su hijo o hija. Esperar el momento apropiado, invitarlo, por ejemplo a almorzar, y dar un buen consejo, es parte de su papel. Los abuelos pueden ayudar mucho, sin necesidad de ser "metidos".
Una buena relación entre abuelos y nietos es un maravilloso tesoro para los niños. Si hay confianza, cariño y respeto, pueden conversar cualquier cosa y preguntarles todas sus inquietudes, incluso más que a los papás. y los niños podrán aprender muchas cosas que sólo la experiencia da.
Situación 2: La nana

- "No quiero que mi hijo siga durmiendo siesta porque después no hay cómo acostarlo en la noche, pero la nana insiste en que el niño se pone "nervioso" sin siesta y lo hace dormir igual".
- "Ya tiene más de un año y puede comer de todo, pero la nana le sigue dando sopa cuando yo no estoy".
- "Mi hija ha aprendido de la nana un montón de palabras que yo no quiero que diga y también ahora tiene miedo a los ladrones ya los terremotos por lo que ella le cuenta".
La nana es una persona que está en estrecho contacto con nuestros hijos por lo que hay que elegirla muy bien. La elección será distinta si la mamá trabaja fuera del hogar, que si está en la casa. Si trabaja, la nana será la autoridad de los niños durante gran cantidad de horas y hay que darles instrucciones claras.
El momento de la entrevista es fundamental: hay que preguntarle de todo. Y también establecer las normas de la casa: horarios, comida, orden, jamás pegarle a un niño, que la que castiga es la mamá, que no vea televisión con los niños, etc.
Claro que muchas veces cuesta tener autoridad y que, de verdad, obedezca una orden tan simple como que el niño no coma a deshora o que no duerma siesta. En estos casos, es bueno apoyarse en alguna autoridad "superior": "el doctor dice que no puede comer a deshora porque está con sobrepeso y se va a enfermar. .." "el papá no quiere que duerma siesta. .."
Para que la nana trate bien a los niños y respete la autoridad de la mamá, lo fundamental es tratarla con cariño, enseñarle con paciencia, celebrarle lo que hace bien y tenerle comodidades en su pieza. Sólo así va a responder bien. Tiene que saber que le confiamos lo más precioso, nuestros hijos y que si miente, le perderemos esa confianza.
Muchas veces, nuestra única forma de control serán los propios niños. Preguntarles, por ejemplo, por la comida o si vieron TV, será la mejor manera de saber qué pasó -los niños no mienten- y de que ella sepa que la mamá está al tanto de todo.
Situación 3: La familia
- "Los primos tienen Nintendo, pero yo creo que mi hijo, aunque tiene la misma edad, es todavía muy chico para tenerlo".
- "Mi hijo no se atrevía a meterse en la piscina y mi cuñado dijo que él le iba a enseñar. Lo pescó de un salto y lo metió al agua. Resultado: llanto de una hora y más terror al agua. Ahora sí que no mete ni el dedo gordo".
- "Mi hija reclama que en la casa de los primos siempre hay juguetes más entretenidos, se come más rico y los papás son más simpáticos porque los dejan hacer cosas que yo no dejo".
Las relaciones familiares son muy buenas y hay que fomentar el cariño y la unión de los primos. Pero, como ocurre en todas las relaciones, siempre aparecen conflictos.
Los más típicos se producen por la comparación: ellos tienen, yo no; ellas pueden, yo no. Aquí hay que ser muy claros como papás: las comparaciones no son buenas porque cada familia es distinta. Si no pueden tener un juguete por problemas de plata, habrá que explicarles a los niños que no pueden tener lo mismo, que hay gente pobre que no tiene l nada y que ellos tienen suerte de tener un montón de cosas.
Otras veces la explicación será por el lado de que hay cosas que no calzan con la familia, que cada uno tiene su estilo de vida y que no nos gustan ciertas actitudes o permisos. Lo importante es siempre dar una explicación simple y concreta y estar seguros: si uno está convencido, convence.
Respecto a esos miembros de la familia que opinan sobre todo y se meten a educar a los otros, hay que hablarles claro y, con cariño, pedirles que no se metan y nos dejen a nosotros con nuestros problemas. Además, es bueno saber que la mejor forma de ayudar es con el ejemplo. Si la otra familia es alegre, obediente, ordenada, uno se pregunta por qué, se comienza a fijar y aprende.
Los mayores roces se producen, muchas veces, en los veraneos familiares. Establecer reglas claras y tener paciencia son las claves para la armonía familiar.
Situación 4: Los amigos
- "¡Todavía con chupete!", dice mi amiga cada vez que ve a mi hija de tres años. Es verdad que está grande, pero ya se le pasará. .."
- "Mira, la Isabelita, antes de los dos años ya no usaba pañales", me cuenta una amiga, pero lo que quiere decir es: "Yo lo hago todo bien".
- "Cuando me quedé esperando guagua, una amiga me contó todo lo que iba a pasar, desde las náuseas hasta las noches sin dormir cuando nació la guagua; ¡quedé plop!, y no sabía si estaba tan feliz".
Nunca va a faltar la que le sacó los pañales al año, no le costó nada que el niñito dejara el chupete, que su hija come de todo. Vive contando las maravillas de sus hijos y la miramos sin poder decir nada.
A veces nos sentimos incómodos, otras, malos padres o con hijos raros, y otras, muy molestos.
Cuando esa "amiga" aparezca, lo más importante es saber que esa lista de "records" del niño y de la madre no significan nada. En la vida nadie es mejor o peor porque se sacó los pañales al año o a los tres años, ni porque dejó el chupete antes o después. Cada niño tiene su ritmo y cada familia es distinta, lo que hay que respetar.
Muchas veces, será la vida quien nos a irá mostrando qué amigas valen la pena y cuáles no. La frívola y la negativa, no aportan mucho. Esa amiga preocupada, cariñosa, que busca ayudar de verdad, podrá darnos un consejo útil que siempre será bien recibido.
En cualquier situación, es importante tener presente que:

- Los padres son los responsables de la educación de los hijos y son ellos quienes determinan horarios, normas y el estilo de vida.
- Pero hay que oír, comparar y evaluar. Habrá veces que nos darán un buen consejo o aprenderemos con la comparación, pero siempre hay que tener presente que son los padres los que deciden y se responsabilizan por eso.
- Otras veces habrá que hacer callar, con toda tranquilidad.
- Los padres tratamos de hacerlo bien y de no equivocarnos, pero, si eso pasa, hay que sacar lo mejor de la situación y seguir adelante.
Estrategias para contestar sin llegar al conflicto
1. No lea entre líneas: todos queremos ser buenos padres y que nos vean así. Por eso, una simple sugerencia – como "no tienes que levantarlo cada vez que llore" – pede ser tomada como un ataque personal. No hay que darle más importancia de lo que se dice.
2. Asuma que un consejo amistoso no es más que eso: los abuelos, hermanos, cuñados y amigos nos quieren y por eso sólo están tratando de ayudar.
3.- Déjelos hablar: muchos se conforman con sólo dar un consejo. Otras veces, puede preguntarle por qué lo dice y así entender hacia lo que va la persona… Puede hasta terminar encontrándole la razón.
4. No se crea un sabelotodo: hay que estar abierto a que el otro puede tener razón y reconocer que tenemos dudas acerca de las decisiones que tomamos. Frases como "Yo también estoy preocupado por eso…" o "Te voy a explicar por qué actúo así" o "No estoy segura si tomé la decisión correcta", ayudan a mantener una conversación que puede ser de gran ayuda.
5. Decir lo que nos molesta: no se trata de hacer un comentario irónico o juzgar a otro, pero ser sincero y honesto. Cuando un comentario nos molestó es muy bueno decirlo para mantener una relación sana con los demás.

ATREVERSE A EDUCAR A FONDO

Educar a fondo a los hijos, para la verdadera felicidad.

Educar a fondo a los hijos, para la verdadera felicidad; programar, en cierta manera, un plan de formación y seguirlo con flexibilidad y constancia, para transmitir los valores auténticos, no es una tarea hercúlea que exija "mucho tiempo". Más bien consiste en una constante del vivir.
¿HASTA QUE PUNTO INFLUYE LA DEDICACIÓN DE LOS PADRES EN LA FORMACIÓN DE SUS HIJOS?
Wolfrang Amadeus Mozart a los siete años escribía sonatas y a los doce, óperas. Parece increíble, pero alguien lo hizo posible: su padre Leopoldo Mozart, un gran músico que sacrificó sus muchas posibilidades de éxito para dedicarse por entero a la educación del pequeño genio.
Robert Browning, cuando contaba apenas cinco años, cierto día vio a su padre leyendo un libro. "¿Qué lees, papá?". El padre levanta su mirada llena de luz y contesta: "El sitio de Troya". "¿Qué es Troya?", pregunta el niño. La respuesta no fue: "Troya es una ciudad de la Antigua Grecia. Ahora vete a jugar", sino que allí mismo, en el cuarto de estar, el padre de Robert hizo con asientos y mesas una especie de ciudad. Una silla de brazos hizo de trono y en él puso al pequeño Robert. "Aquí tienes a Troya, y tú eres el rey Príamo. Ahí está Helena de Troya, bella y zalamera (señaló a la gata bajo el escabel). Allá afuera, en el patio, ¿ves unos perros grandes que tratan siempre de entrar en la casa? Son los aguerridos reyes Agamenón y Menelao que están poniendo sitio a Troya para apoderarse de Helena…"
A los siete años, Robert leía ya la Ilíada, penetrando gracias al ingenio de su padre, con toda naturalidad, en el mundo de la gran poesía. Años más tarde sería el más importante poeta inglés de la época victoriana.
Quizá nosotros no tengamos el talento musical de Leopoldo Mozart ni el ingenio de Mr. Browning. No es indispensable, porque lo importante es que hagamos de nuestros hijos hombres y mujeres felices. Y para esto basta enseñar a ser hombres y mujeres cabales. Y esto nos es asequible, luchando por serlo nosotros.
Es significativo que el escritor existencialista Jean Paul Sartre -que a tantos ha llevado con sus escritos a la náusea del mundo y de sí mismos-, confesara que él no llegó al ateísmo por un conflicto de dogmas, sino por la indiferencia religiosa de su familia.
Afortunadamente, cabe recordar, también tantos casos como el bien conocido de la madre de San Agustín. Con su ejemplo, larga oración y penitencia hizo de un hijo a la deriva uno de los más grandes santos doctores de la Iglesia.
LA EDUCACIÓN Y EL PLUMERO
Desde luego la educación de los hijos requiere tiempo. Pero no mucho, sino todo (es una ventaja). Porque en todo momento, queramos o no, estamos enseñando cosas muy importantes a nuestros hijos, con nuestras actitudes y nuestro comportamiento ante las cosas más pequeñas de la vida cotidiana: tanto si los castigamos como si los mimamos o los divertimos; tanto si los miráramos con indiferencia como si lo hacemos con preocupación, siempre estamos enseñándo, formando o… deformando. Cabe decir: en todo momento se nos ve el plumero, es decir, la escala de valores que llevamos dentro, en la cabeza y en el corazón.
Los hijos lo perciben todo: la mirada esquiva, la sonrisa irónica al otro lado de la habitación; no digamos ya un juicio inequívoco: "la vecina del quinto es insoportable", "qué desgracia, no nos ha tocado la lotería", etcétera.
Si el padre al llegar a casa nunca dice a su hijo más que "hola", para sumergirse acto continuo en "lo suyo", está enseñando al niño de un modo tan efectivo como si se preocupara intensamente de él y le consagrara varias horas al día. Lo malo es que en ese caso, la enseñanza es negativa y deformante. Se le ve al padre la pobre idea que padece de paternidad, de filiación, de familia y de todo lo humano y lo divino. No hay que olvidar que es toda la persona del padre que educa a toda la persona del hijo.
¿QUÉ VA A SER DE NUESTROS HIJOS?
¿Qué va a ser de nuestros hijos? Es cosa clara que la educación de los hijos entraña una aventura en el más estricto sentido de la palabra. Se emprende con la ilusión de alcanzar una alta meta: la felicidad de los hijos. Pero no cabe esperar una garantía de éxito infalible, y menos un triunfo inmediato. Pero esta incertidumbre es providencial, porque impide que los padres se duerman, se aburguesen y se compliquen la vida con preocupaciones demasiado egoístas. Los padres se encuentran siempre instados a poner toda la carne en el asador, desde el primer momento al último del día.
EL NIÑO, ESE ANIMAL RACIONAL
A pesar de lo incierto del resultado, es bueno y alentador pensar que "el niño y el adolescente son animales racionales (creados a imagen y semejanza de Dios) y no hacen ni dicen nada irracionalmente (…). Desde siempre han empezado a pensar. Debemos tener muy presente esta idea. Si fallamos, seremos nosotros, no ellos. Existen caracteres más y menos dóciles, es cierto, pero las personas con más o menos docilidad -es otra cosa- son fruto directo de la educación que han recibido. Si unos hijos resultan más fáciles de educar que otros, no depende tanto de los caracteres, sino de la educación que han recibido, desde el momento de nacer (…) (EUSEBIO FERRER, Exigir para educar, Ed. Palabra, Col. Hacer familia 4, págs. 190-191).
¿QUÉ HACER CON LOS INTERMINABLES POR QUÉS?

Los niños, afortunadamente, hacen miles de preguntas (cada una de ellas es una oportunidad estimulante para la enseñanza). Cuando un niño mirando por la ventanilla del tren pregunta: "¿Por qué los alambres suben y bajan?", si se le contesta: "No me molestes", o "Eslavelocidadeltren", el niño llega a la conclusión de que las personas mayores no tienen respuestas razonables o que tienen un genio endiablado. De este modo, es natural, se desilusionan un poco del mundo y disminuye su interés por conocerlo. Cuando los niños le pregunten -dice Gilbert Highet- "¿de dónde viene la lluvia?", dígaselo, y si no lo sabe dígales eso también, que no lo sabe, y prométales averiguarlo.
Si hacen preguntas en un momento inoportuno, como cuando tratamos de hacerles dormir, se les debe decir: "Pregúntame eso mañana, a la hora del desayuno, ¿quieres?". Nunca es bueno dejar sin alguna respuesta verdadera la pregunta de un niño.
VENTAJAS DE LA MENTE INFANTIL
El niño es un gran ignorante, pero tiene la ventaja de carecer de nuestros prejuicios (escépticos, relativistas o subjetivistas). El niño es una persona, un ser racional que razona; y razona siempre, aun cuando no lo parezca. Sus antenas están siempre desplegadas, y su razón hace lo que debiera hacer toda razón: buscar razones, los porqués profundos de las cosas. El niño sabe que todo tiene una explicación, aunque no sepa cuál sea la explicación de tantas cosas concretas. Sus por qués son continuos y exasperantes… para quienes han renunciado a razonar y se conforman con verdades a medias, medias verdades, conjeturas, o incluso con opiniones tan volubles como erradas.
Si no se le facilita pronto al niño la respuesta que está al final (o al principio, según se mire) de todas las preguntas posibles -es decir, Dios-, su razón sufrirá sin duda una dolorosa insatisfacción, porque ¿cómo admitir sin artificiosos ejercicios mentales, que pueda existir algo sin causa proporcionada, sin razón de ser, sin sentido?; en otros términos, ¿cómo puede una razón sana admitir el absurdo?. El absurdo es precisamente una voluntaria renuncia a proseguir la búsqueda de la verdad acerca de alguna cuestión, es decir, su porqué radical; equivale a la parálisis responsable de la razón, quizá porque no interese la verdad, o porque no compense a la pereza mental el esfuerzo de continuar la indagación.
EL ABSURDO HACE DAÑO

Por eso admitir el absurdo hace daño a la razón, a la persona entera, porque es una gran mentira. Lo cierto es que todo tiene su porqué, al menos -y nada menos- en la sapientísima y amorosísima Voluntad de Dios.
No se trata, por supuesto, de poner a Dios como respuesta inmediata de todo cuanto sucede. Si, por ejemplo, algún conocido ha muerto, no debemos explicarlo siempre enseguida con un "porque Dios lo ha querido", porque si ha sido víctima de un atentado terrorista, es evidente que no lo ha querido Dios. Lo que sí es cierto es que el Amor de Dios a la persona, se encuentra de algún modo siempre en la explicación profunda de cuanto ha sucedido y sucede. Esto es lo que hay que aprender a explicar, no sin antes -claro es- habérnoslo explicado a nosotros mismos. Una buena educación de la mente y de la afectividad requiere hablar de Dios. "Dios debe ser un miembro más de la familia, no un fetiche al que se acude cuando hay algún peligro y que se olvida cuando éste pasó. Eso sería inventar algo más parecido al genio de la lámpara de Aladino que aceptar la realidad del Dios verdadero" (Ibid., p 208).
¿ES POSIBLE LA NEUTRALIDAD EN MATERIA RELIGOSA?

La experiencia enseña que un niño sin religión equivale a un niño-problema, ocupado de sí mismo, de sus cosas, de su egoísmo. La felicidad estriba en la generosidad, y se proyecta al futuro que salta hasta la vida eterna. Por eso, los padres que quieren la felicidad de sus hijos han de enseñarles cuanto antes la raíz de la felicidad temporal y de la plenitud de la felicidad eterna: el Amor infinito de Dios.
Las dimensiones, el relieve, la relevancia de las cosas cambia mucho si se miran a la luz de Dios o a la luz del materialismo. Por eso, en la cuestión sobre si es necesario enseñar la religión a los niños, o silenciársela, no cabe neutralidad. El silencio es una opción concretísima, de enormes, disolventes y desasosegantes consecuencias.
SI DIOS NO EXISTIESE
Hace unos pocos años había en cierto país europeo un hombre de Gobierno que declaró públicamente -y de ello se hizo eco la prensa- que le había entusiasmado una pintada que vio en un muro, que decía: "Si Dios existe, ése es su problema"; y rizando el rizo apostilló: "existirá o no, pero a mí que no me maree".
Dejando a un lado la insolente y preocupante trivialización del asunto a cargo de hombre investido de tan alta responsabilidad, cabe preguntarse si de veras es o no indiferente para la vida de cada persona en particular, y de la sociedad en general, la existencia de Dios.
Dostoiewski, el gran escritor ruso, dice por medio de uno de sus personajes: "Si Dios no existe, todo está permitido". Es claro, porque Dios es el único ser verdaderamente superior que puede exigir al hombre. Obviamente, en el todo permitido se incluiría -¿por qué no?- el terrorismo, el infanticidio (aborto procurado) y el geronticidio (matar ancianos, aunque con la mayor dulzura posible). "En efecto -tuvo que reconocer el ateo Jean Paul Sartre -, todo está permitido si Dios no existe, y por consiguiente el hombre se encuentra abandonado porque no encuentra en él ni fuera de él, dónde aferrarse".
Es claro que si Dios no existe, no hay Absoluto: ni principios absolutos, ni derechos absolutos; todo es relativo, y el bien y el mal moral no pasan de ser palabras huecas. ¿No plantea esto ningún problema a todo ser humano inteligente? ¿Da igual que haya o no haya Dios?¿Se vive igual cuando se sabe que Dios existe que cuando se niega? ¿No es evidente la gran sima que se abre entre el supuesto mundo encapsulado en sí mismo, sin autor, rodando a su aire, hacia su suerte fatal y el mundo realmente creado y cuidado por Dios?
SIN DIOS, LA SELVA
"Haz el mal, verás como te sientes libre", dice uno de los héroes de Sartre, en Le Diable et le bon Dieu. Sin Dios no hay posibilidad de fundar sólidamente valores éticos para el hombre o la sociedad. Sólo cabe la ley del más fuerte. "Puesto que yo he eliminado a Dios Padre -sigue Sartre-, alguien ha de haber que fije los valores. Pero al ser nosotros quienes fijamos los valores, esto quiere decir llanamente que la vida no tiene sentido a priori". En rigor, para el ateísmo "no tiene sentido que hayamos nacido, ni tiene sentido que hayamos de morir. Que uno se embriague o que llegue a acaudillar pueblos, viene a ser lo mismo; el hombre es una pasión inútil"; y el niño "un ser vomitado al mundo", "la libertad es una condena" y "el infierno son los otros".
El Premio Nobel, agnóstico, Albert Camus reconoció que "si no se cree en nada, si nada tiene sentido y si en ninguna parte se puede descubrir valor alguno, entonces todo está permitido y nada tiene importancia. Entonces no hay nada bueno ni malo, y Hitler no tenía razón ni sinrazón. Lo mismo da arrastrar al horno crematorio a millones de inocentes que consagrarse al cuidado de enfermos. A los muertos se les puede hacer honores o se les puede tratar como basura. Todo tiene entonces el mismo valor…" En este caso, ya no se divide el mundo en justos e injustos, sino en señores y esclavos. El que domina tiene razón". Es la ley de la selva. Y el héroe así concebido es Sísifo, el hombre que se mofa de los dioses, menosprecia su propio destino, mira estúpidamente cómo una y otra vez se le cae el peñasco que había empujado hasta una cima, y torna a subirlo, sin saber por qué, sin lograr nunca una finalidad, un sentido.
LA LUZ GOZOSA DE LA FE
En cambio, quien tiene fe en Dios Padre Todopoderoso, por mal que se le den las cosas siempre tendrá la posibilidad de venirse arriba, de enriquecer su corazón incluso con el amor a sus enemigos -porque verá que también son hijos de Dios-, y de vivir una alegría íntima que nada ni nadie, pase lo que pase, pueden arrebatar.
CUIDADO CON EL CUELLO DE LA BOTELLA
Tampoco se trata de atosigar al niño con lecciones profundas incesantes. La mente del niño se ha comparado al cuello de una botella: si se intenta meterle gran cantidad de licor en poco tiempo, se derrama y desperdicia; en cambio, gota a gota, despacio, pero con constancia, pronto se llena y va asimilando sabiduría.
LA CONTRAEDUCACIÓN Y LAS COSAS PEQUEÑAS
El mal se suele difundir ordinariamente por medio de cosas pequeñas. Lo virus, las bacterias nocivas se instalan en los buenos alimentos. No dar importancia a pequeños detalles de higiene puede acarrear graves enfermedades. La "contraeducación" promovida por ciertos -abundantes- medios de comunicación social muchas veces es subliminal, a base de indirectas, insinuaciones, pequeñas ironías aparentemente inofensivas, pero que dividen, destruyen un afecto hacia los padres, la fe en Dios, la fidelidad a un amor importante.
La solución de los grandes males -el peor de nuestra época es la indiferencia religiosa- se encuentra muchas veces en el cuidado de cosas pequeñas, aparentemente insignificantes, en la vida de familia. El breve comentario o la sonrisa laudatoria que despierta el amor a lo bueno y noble y lo discierne de lo zafio y vil. La ayuda para rezar las oraciones diarias. La bendición de la mesa. El empeño por conseguir, a pesar de algún sacrificio, rezar el Rosario en familia (explicando por qué). Ir juntos -y elegantes- a Misa, ocasión de comentar alguna de las grandes maravillas que encierra tan gran misterio. Dar gracias después de la Comunión, etcétera.
Vale la pena meditar esta poesía de Juan Bárbara: "Dichoso el niño/ que al oir que Dios baja a la mesa,/ sorprende en su padre la pupila grave/ pendiente del misterio,/ no perdida en desconches y vidrieras;/ y percibe,/entre los femeninos gestos de su madre,/ esa seguridad de hablar con alguien./ Qué rica herencia,/ si no sufre el desmentido de la vida,/ salir a contemplar desde el origen/ la variable irisación del mundo"
Estar educando de continuo no es una forma angustiosa de vivir, sino un estímulo de superación constante, un deporte superior, en el que tampoco importa demasiado que haya altibajos de forma, sino la voluntad inquebrantable de mejorar la calidad de vida espiritual propia, con vistas a enriquecer la de toda la familia. Y, como en la vida de un buen deportista, como en la vida de un buen cristiano, habrá derrotas y momentos en que parecerá que todo se ha perdido, pero enseguida se redescubrirán en el último Porqué sobradas razones para proseguir con esperanza hasta el fin de la prueba. Así, en todo caso seremos vencedores.

EL HIJO MAYOR

Como el arado abre surcos, el primogénito abre terrenos jamás pisados por él y por sus padres. Y aunque cueste, hay que evitar que con ese hijo se cumpla el refrán: `echando a perder se aprende".

Aseguran los especialistas que los primogénitos son los hijos con mayor riesgo psicológico. Absurda idea, piensan los padres y sobre todo los hermanos menores. Si nos atenemos a ciertos hechos anecdóticos, el hijo mayor pareciera ser un privilegiado: acapara casi todos los álbumes de fotos y filmaciones familiares, muchas veces el nombre de uno de sus papás y se da el lujo de mandar a los más chicos.
Pero estas ventajas no son más que aparentes. La realidad es que el hijo mayor está determinado por una cuestión que por más obvia que sea, no deja de ser crucial: es el primer hijo de unos padres que nunca han ejercido como tal antes. En otras palabras eso significa que el primogénito es el depositario de las expectativas familiares ?tiene todos los ojos puestos sobre él? y que los padres ante él se encuentran, frecuentemente, sin saber cómo hacerlo.

NO ES FÁCIL SER PAPÁ
Aprender a ser padres, significa sin duda, equivocarse y corregir. Los padres primerizos son lo que la psicóloga Beatriz Zegers llama "ambivalentes, cambiantes, poco consistentes". Eso hace que los hijos mayores sean más vulnerables y ansiosos porque una regla básica de la educación es que a mayor claridad de los padres, menor es el nivel de angustia.
El primogénito va rompiendo camino para avanzar en el ciclo de la vida, y con cada paso cuestiona y desafía a los padres a dar una respuesta nueva y adecuada. No es sencillo pasar de papá de un escolar a uno de adolescente. Por ejemplo, decidir el primer permiso para que ese hijo ande solo.
El hijo mayor pone a prueba a los padres, abre camino, sienta los precedentes para la educación de sus hermanos y él se da cuenta de esto.

ERRORES CLÁSICOS

Lucirlo como trofeo:
Con su natural regocijo los padres se olvidan de respetar el ritmo de desarrollo del niño. Quieren que camine a los diez meses, para que controle antes los esfínteres lo sientan desde los ocho meses en el baño y lo sobreestimulan para que los nombre lo antes posible. Además se entabla una absurda competencia con otras madres. Sería adecuado entender que el niño no es un objeto de vanagloria.
Infantilizarlo:
El mayorazgo ?es decir, los privilegios del primero por ser el mayor? está cada vez más de capa caída, lo que no deja de ser positivo. Lo negativo es que se lo ha reemplazado por una dificultad de los padres para aceptar que el primogénito es más grande y está en otra etapa que los otros hermanos. Un típico error es tratarlo como niño chico para no hacer diferencia con los otros. Por ejemplo, no dejarlo ver televisión o acostarlo a la misma hora que los menores. Lo justo en este caso es diferenciarlo de sus hermanos.
Asumir de padre:
Es lo que Beatriz Zegers llama la "parentalización". El niño impulsado por los padres empieza a asumir como papá y mamá frente a sus hermanos menores, sobre todo en familias largas con la idea de aliviar de trabajo a la madre. Con este molde, los hijos mayores son sobreadaptados o sobremaduros, dicho de otro modo, personalidades muy exigentes y de gran responsabilidad. Les cuesta reconocer debilidades y agobios y en el futuro pedirán ayuda muy a último momento.
El hijo mayor puede y debe ayudar siempre que no se barra con su individualidad ni que sea un sustituto del padre. Ningún hermano tiene la obligación de hacerse cargo en forma permanente de otro, salvo casos extremos de orfandad o abandono.
Sobredimensionar su rendimiento académico:
Generalmente los niños responsables, autoexigentes y que no expresan sus necesidades afectivas, se asocian a altos niveles de rendimiento académico. En resumen, muchos primogénitos son "ideales". Pero eso no asegura el equilibrio emocional porque viven para los demás y de lo que los demás piensan. Su seguridad afectiva la basan en el éxito intelectual-profesional acarreando en el fondo grandes problemas de autoestima.
Mejor sería relajarlos en su rendimiento escolar y hacerles ver cuánto se los quiere por otras cualidades como sencillez o alegría.

UN FACTOR DESEQUILIBRANTE
Los abuelos suelen ser factor de rivalidad entre los nietos. Generalmente sus ojos son el mayor. ¿Quién no ha escuchado a un abuelo señalar que está en su derecho el tener preferencias?
Es cierto que en su corazón pueden tener mayores aveniencias por el mayor, pero ojalá tomaran conciencia que sus preferencias absolutas por el mayor son fuente de hostilidad y conflicto entre los hermanos. Además los padres al tratar de compensar esta preferencia se vuelcan a los otros hijos. Los abuelos establecen así una cuña en la familia desequilibrando a los propios padres. Puede ser entendible que los abuelos tengan más cariño por alguno de sus nietos, pero nunca es aconsejable que eso se exprese.
Aunque no se puede generalizar, es común que los hijos mayores sean muy obedientes, responsables y atentos, y en su defecto, poco espontáneos, originales y creativos. A decir verdad, Beatriz Zegers señala que los mayores crecen con cierto temor, que no perciben hasta que son adultos. Temor de no cumplir cabalmente con todas las expectativas de unos, padres que lo adoran y que han hecho "todo" por él.
De alguna forma esto se ve reflejado a la hora de elegir alguna carrera profesional. Como muchos llevan el nombre del padre, se niegan a seguir su misma carrera, sobre todo cuando son hijos de padres "brillantes". No quieren tener los mismos profesores que los marcarán desde el comienzo esperando que sean como su progenitor. Por eso es normal ver a hijos mayores patalear un buen tiempo antes de aceptar su camino.
¿Y qué pasa si "fracasan" en sus estudios? Si hay padres con altas expectativas el fracaso es muy doloroso para el hijo. Además los padres cargan en el primogénito el peso y la responsabilidad del ejemplo. "¿Cómo quieres que te financiemos un cambio de carrera? Así el resto de tus hermanos tendrá más adelante el mismo derecho", espetan los padres. Las relaciones se vuelven conflictivas.
El hijo mayor pasa a ser una especie de termómetro de la educación que se dio a los demás. Si no resultó, son un fracaso como padres y si resultó, un éxito.

"MAYOR, FELIZ Y REALIZADO"

Como los hijos mayores se sienten exigidos, pero a la vez muy queridos ?y de hecho lo son? generalmente cumplen con las expectativas de sus progenitores. Se convierten en buenos alumnos y mejores profesionales, lo que les da gran seguridad en si mismos. A la vez tienen toda la materia prima para constituirse en maridos y padres dedicados y responsables. Es bastante común que ellos cuando se casen construyan una familia sana y estable, lo que sumado a un buen trabajo ?ambas situaciones logradas con su esfuerzo? hacen que este primogénito una vez crecido y con hijos propios se convierta en un hombre realizado y feliz.