TENER EXITO EN LA VIDA




Es estar comprometido con tus sueños.
Es tener confianza en ti mismo.
Es algo que no aparece por casualidad.
Es aceptar lo que no se puede cambiar.
Es saber cambiar a tiempo.
Es saber que lo único permanente es el cambio.
Es saber y poder delegar en los demás parte de tu tarea.
Es volver a empezar.
Es reconocerte en tus logros.
Es saber disfrutar de tus logros.
Es reconocer que te equivocaste y pedir perdón.
Es reconocer que detrás de cada acierto, 


puede haber varios fracasos. 

Es enamorarte de lo que haces.
Es no postergar y hacer algo ahora.
Es darse cuenta que estas eligiendo a cada momento.
Es reconocer tus propias debilidades y fortalezas.
Es no parar jamás hasta conseguir tus sueños.
Es saber con que fin hacemos las cosas.
Es no mirar hacia atrás.
Es actuar con entusiasmo.
Es transitar camino desconocidos.
Es probar hacer algo que nunca hicimos.
Es saber que no estamos solos.
Es no rendirse jamás.
Es rendirse ante lo que no se puede cambiar.
Es disfrutar de cada momento.
Es disfrutar del tiempo libre.
Es tener tiempo libre.
Es pensar en positivo.
Es tener metas claras.
Es tener perseverancia


en la búsqueda de los sueños.









Es estar preparado para ver la oportunidad.
Es tener una actitud positiva.
Es desarrollar la creatividad.
Es utilizar la imaginación.
Es volver a comenzar con el mismo entusiasmo.
Es volver a empezar sin darse por vencido.
Es hacer las cosas lo mejor posible, pero hacerlas.
Es actuar como si ya hubieras logrado tus metas.
Es tener claridad en el propósito.
Es no hacerse problema por las cosas pequeñas.
Es dejar una huella para que otro pueda seguir.
Es jugar a ganar por disfrutar.
Es tener conciencia de lo que uno quiere.
Es arriesgar.




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UNA MANERA DE VIVIR MEJOR




REGLA NUMERO UNO

Hay que considerar lo bueno que uno tiene. Una vez que uno se da cuenta de lo valioso que es y de cuantas cosas positivas tiene a su favor, las sonrisas volverán saldrá el sol, sonará la música y uno podrá finalmente avanzar hacia la vida que Dios le señaló... con gracia, fuerza, valor y confianza.

REGLA NUMERO DOS

Hoy, y todos los días, uno debe dar más de lo que le pagan por hacer. La victoria del éxito se habrá ganado a la mitad cuando uno aprenda el secreto de dar más de lo que se espera en todo lo que uno hace. Hay que hacerse tan valioso en su trabajo que más adelante uno se vuelva indispensable. Uno debe ejercer su derecho de recorrer ese kilómetro adicional y disfrutar de todos los beneficios que recibirá. ¡Bien se los merece!

 Andrew Carnegie dijo que había dos tipos de personas que nunca lograban mucho en la vida. Una es la persona que no quiere hacer lo que le dicen que haga, y la otra es la persona que sólo hace lo que le dicen que haga. Y cuando se le preguntó a Walter Chrysler qué era lo que más necesitaba su planta, repuso: - Diez buenos hombres que no estén atentos al silbato ni se la pasen pendientes de la hora en la carátula del reloj.

REGLA NUMERO TRES

Cada vez que se cometa un error o se haya sido abatido por la vida, no hay que quedarse demasiado tiempo pensando en ello. Los errores son la forma en que la vida le enseña a uno. La capacidad de cometer errores ocasionalmente es inseparable de la capacidad de lograr las propias metas. Nadie gana de todas, todos, y las fallas que se tienen, cuando ocurren, son simplemente parte del propio crecimiento. Hay que sacudirse los errores. ¿Cómo podría uno conocer sus límites sin una falla ocasional? Nunca hay que rendirse. Ya llegará el turno de uno.En una ocasión, Mark Twain contó la historia de un gato que un día saltó para subirse a una estufa caliente y se quemó la panza. Ese gato nunca más volvió a saltar para subirse a una estufa caliente - pero ese mismo gato ¡nunca saltó para subirse a una estufa fría, tampoco!

REGLA NUMERO CUATRO

Uno debe premiar siempre sus largas horas de trabajo y afán de la mejor manera, rodeado de su familia. Hay que alimentar su amor con todo cuidado y recordar que los hijos necesitan modelos, no críticas, y el propio progreso se intensificará cuando uno se esfuerce constantemente por presentar el mejor aspecto de uno mismo a los hijos. e incluso si uno ha fallado en todo lo demás a los ojos del mundo, si se tiene una familia que lo ame, uno es un triunfador.

REGLA NUMERO CINCO

Hay que levantar este día sobre una base de pensamientos agradables. Uno no debe preocuparse nunca por ninguna imperfección que uno tema que pueda impedir su progreso. Hay que recordar, tan seguido como sea necesario que uno es hijo de Dios y que tiene el poder de alcanzar cualquier sueño si eleva sus pensamientos. Es posible velar cuando uno decide que puede hacerlo. No hay que volver a considerarse derrotado. Hay que dejar que lo que el corazón ambiciona sea el proyecto de la propia vida. ¡Hay que sonreír ! Desde el principio de los tiempos, los hombres sabios nos han estado diciendo que todo lo que logramos, o no logramos, es consecuencia directa de lo que esperamos de nuestras capacidades, nuestro valor y nuestro potencial. James Allen nos dijo que los pensamientos dan buenos frutos y los malos pensamientos dan malos frutos.

Marco Aurelio, ese sabio emperador y filósofo de la antigua Roma, nos dijo que nuestra vida es lo que de ella hacen nuestros pensamientos. Buena o mala. Desdichada o feliz. Triunfante o desesperada. Buda lo dijo de una manera todavía más enérgica: ‘Todo lo que conocemos es consecuencia de lo que hemos pensado. La mente es todo. Nos convertiremos en lo que pensamos . No importa como se quiera llamarlo, los pensamientos positivos son productivos, los pensamientos negativos estorban y destruyen.

REGLA NUMERO SEIS

Siempre hay que dejar que las propias acciones hablen por uno, aunque todo el tiempo hay que estar en guardia contra las terribles trampas del falso orgullo y la vanidad que pueden detener el propio avance. La próxima vez que uno se sienta tentado a vanagloriarse, tendría primero que meter la mano en una cubeta llena de agua y, cuando la saque, el agujero que queda hará que uno se dé una idea correcta de la medida de su importancia.

REGLA NUMERO SIETE

Cada día es un don especial de Dios, y si bien es posible que la vida no siempre sea justa, uno no debe dejar nunca que las penas, las dificultades y las desventajas del momento envenenen la actitud y los planes que uno tiene para sí mismo y su futuro. No se puede ganar si se lleva puesta la fea capa de la autocompasión con toda seguridad ahuyentará cualquier oportunidad de éxito. Nunca más. Hay una mejor manera.

REGLA NUMERO OCHO

Uno nunca debe llenar sus días ni sus noches con tantas nimiedades y cosas insignificantes como para no tener tiempo de aceptar un verdadero reto cuando éste se presente. Esto es válido tanto para el juego como para el trabajo. Un día meramente sobrevivido no es ocasión de festejo. Uno no está aquí para desperdiciar sus preciosas horas, cuando tiene la capacidad de lograr tanto si hace una pequeña modificación en su rutina. Ya no hay que ocuparse en nimiedades. Ya no hay que volverle la cara al éxito. Hay que darse tiempo y espacio para crecer. Ahora, ¡Ahora mismo! ¡No mañana

REGLA NUMERO NUEVE

Hay que vivir este día como si fuera el último de su vida. Hay que recordar que sólo se encontrará la expresión "mañana" en el calendario de los tontos. Hay que olvidar las derrotas del ayer y no tomar en cuenta los problemas del mañana. Eso es todo. El día del Juicio Final. Es todo lo que se tiene. Uno debe hacer de este día el mejor de su año. Las palabras más tristes que uno podría pronunciar son: "Si pudiera volver a vivir mi vida..." Hay que tomar la batuta ahora. ¡Y dirigir con ella! ¡Este es su día!

REGLA NUMERO DIEZ

A partir de hoy, uno debe tratar a todas las personas que encuentre, sean amigas o enemigas, conocidas o extrañas, como si fueran a morirse a medianoche. No importa qué tan trivial sea el contacto, Hay que brindar a cada persona toda la atención, amabilidad comprensión y afecto que uno pueda mostrar, y hay que hacerlo sin pensar en ninguna recompensa. Su vida nunca volverá a ser igual.

REGLA NUMERO ONCE

Hay que reírse de sí mismo y de la vida. No con el ánimo de burlarse ni de autocompasión plañidera, sino como un remedio, como un medicamento milagroso, que le mitigará a uno el dolor, le curará la depresión y le ayudará a poner en perspectiva la derrota aparentemente terrible del momento. Uno debe borrar la tensión y las preocupaciones riéndose de sus predicamentos, con lo que liberará su mente para pensar con claridad en la solución que seguramente llegará. Nunca hay que tomarse demasiado en serio.

REGLA NUMERO DOCE

Nunca deben descuidarse los detalles, ni escatimarse ese esfuerzo adicional, esos cuantos minutos de más, esa palabra suave de alabanza o agradecimiento, esa entrega de lo mejor que uno puede hacer. No importa lo que los demás piensen, pero sí es de primordial importancia lo que uno piensa de sí mismo. Usted nunca podrá hacer lo mejor, que debería ser siempre su rasgo distintivo, si está tomando atajos y evadiendo responsabilidades. Usted es alguien especial. Debe actuar como tal. ¡Nunca deben descuidarse los detalles!

REGLA NUMERO TRECE

Hay que recibir cada mañana con una sonrisa. Uno debe considerar el nuevo día como otro regalo especial de su Creador, otra oportunidad dorada para completar lo que uno no pudo concluir ayer. Hay que motivarse uno mismo. Hay que dejar que la primera hora establezca el tema del éxito y la acción positiva que con toda seguridad resonará durante todo el día. El día de hoy nunca volverá a ocurrir. No hay que desperdiciarlo con un inicio falso o completamente nulo. Usted no nació para fallar.

REGLA NUMERO CATORCE

Uno logrará su gran sueño, un día a la vez, así es que hay que fijar metas para cada día - no proyectos largos y difíciles, sino tareas que lo llevarán a uno, paso a paso, hacia su arcoiris. Debe anotarlas, si así le parece, pero hay que limitar la lista de manera que no se tengan que arrastrar las cuestiones inconclusas de hoy hacia el mañana. Hay que recordar que uno no puede construir su pirámide en veinticuatro horas. Hay que ser paciente. Nunca debe dejar que su día esté tan lleno de actividades que se descuide la meta más importante - hacer lo mejor que pueda, disfrutar este día y mantenerse satisfecho con lo que ha logrado.

Habría que escuchar a Séneca, ese sabio de la Antigua Roma: "La verdadera felicidad consiste en disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro, sin entretenernos ni en esperanzas ni en temores, sino descansando satisfechos de lo que tenemos, lo cual es suficiente, pues quien es feliz no desea nada. Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene".

REGLA NUMERO QUINCE

Uno no debe permitir nunca que nadie le eche a perder su desfile y de esa manera arroje una sombra de tristeza y derrota en todo el día. Hay que recordar que no se requiere nada de talento, ni abnegación, ni inteligencia, ni carácter, para estar en el equipo de los que encuentran fallas. Nada externo puede tener poder sobre una a menos que uno lo permita. El tiempo es demasiado precioso para sacrificarlo en días desperdiciados combatiendo las fuerzas rastreras del odio, los celos y la envidia. Usted debe proteger cuidadosamente su frágil vida. Únicamente Dios puede crear la forma de una flor, pero cualquier niño puede hacerla pedazos.

REGLA NUMERO DIECISÉIS

Hay que buscar la semilla del bien en todas las adversidades. Cuando uno domina ese principio, posee un valioso escudo que lo protegerá bien a través de todos los oscuros valles por donde tenga que pasar. es posible ver las estrellas desde el fondo de un pozo profundo, en tanto que no pueden distinguirse desde la cima de una montaña. de la misma manera, usted aprenderá de la adversidad cosas que uno no habría descubierto jamás sin dificultades. Siempre hay una semilla del bien. Uno debe encontrarla para prosperar.

REGLA NUMERO DIECISIETE

Uno debe darse cuenta que la verdadera felicidad radica dentro de uno mismo. No hay que desperdiciar tiempo ni esfuerzo en buscar la paz, la alegría y el gozo en el mundo externo. Hay que tener presente que no hay felicidad en tener u obtener, sino únicamente en dar. Hay que dar. Compartir. Sonreír. La felicidad es un perfume que no se puede escanciar en los demás sin que unas cuantas gotas caigan en uno mismo.

"Estoy convencido, a partir de la experiencia, de que permanecer en este mundo no es un trabajo arduo sino una diversión cuando vivimos con sencillez y sabiduría. La mayor parte de los lujos, y muchas de las así llamadas comodidades de la vida, no solo son completamente prescindibles, sino verdaderos, obstáculos para la elevación de la humanidad"

¿La felicidad... es una mariposa? Tal vez no. "Muy poco se necesita para hacer una vida feliz", escribió Marco Aurelio, "todo se halla dentro de uno mismo, en su manera de pensar". Uno buscará la felicidad eterna y fracasará, a menos que la busque dentro de sí mismo, en su corazón y en su alma, y luego comparta lo que posee sin pensar en ninguna recompensa..

Hay que comunicarse con los demás. La felicidad no es sino el producto secundario de la manera en que uno trata a sus semejantes. Ahora es el momento de ser feliz. Aquí es el lugar para ser feliz. Hay que aprender y comenzar a vivir según las reglas que se le han entregado a usted, reglas que se le presentaron con mucho amor, y compartir su mensaje con otros que piden su apoyo. Sólo entonces aparecerá la mariposa y se posará ligeramente en su hombro mientras suena la cajita de música. Nunca hubo, ni habrá una mejor manera de vivir.


Por más difícil que se nos presente una

situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni

de luchar hasta el último momento.En

momentos de crisis, sólo la imaginación es más

importante que el conocimiento


Trabaja como si no necesitaras dinero, ama como
si nunca te hubieran herido y baila como si nadie
te estuviera viendo.


La palabra tiene poder de vida y de muerte.

Una voz de aliento a alguien que se siente

desanimado puede ayudarle a terminar el día,

mientras que una palabra negativa puede

acabar por destruirlo. Cualquiera puede decir

palabras que roben a los demás el espíritu que

les permite seguir la lucha en medio de

tiempos difíciles. Tengamos cuidado con lo que

decimos, pero sobre todo con lo que

escuchamos.

Un rey recibió como obsequio dos pichones de

halcón y los entregó al maestro de cetrería para

que los entrenara. Pasados unos meses, el

instructor le comunicó que uno de los halcones

estaba perfectamente educado, pero que no

sabía qué le sucedía al otro: no se había movido

de la rama desde el día de su llegada a palacio,

e incluso había que llevarle el alimento hasta

allí.

El rey mandó llamar a curanderos y sanadores

de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al

ave. Encargó entonces la misión a miembros de

la corte, pero nada sucedió; por la ventana de

sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro

continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando

entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la

mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente

por los jardines.


Traedme al autor de ese milagro dijo.

En seguida le presentaron a un campesino.


¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste?

¿Eres mago, acaso?

Entre feliz e intimidado, el hombrecito explicó:


No fue difícil, Su Alteza: sólo corté la

rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas

y se lanzó a volar.

Así somos los seres humanos. Estamos atados

al pasado y al presente porque no nos hemos

dado cuenta de que tenemos el poder de volar y

buscar nuestro verdadero destino.

Algunos tienen el privilegio de que algún

acontecimiento rompa la rama de la costumbre,

de la seguridad. Sólo entonces se dan cuenta de

que son superiores a las circunstancias.

En muchas ocasiones lo tenemos todo y no logramos

vivir plenamente; quizá es necesario que

alguien nos corte la rama para que podamos

arriesgarnos al vuelo. A veces las cosas inesperadas

y que en principio parecen negativas son verdaderas

bendiciones.

                                                   LOS DOS ALCONES
Un rey recibió como obsequio dos pichones de
halcón y los entregó al maestro de cetrería para
que los entrenara. Pasados unos meses, el
instructor le comunicó que uno de los halcones
estaba perfectamente educado, pero que no
sabía qué le sucedía al otro: no se había movido
de la rama desde el día de su llegada a palacio,
e incluso había que llevarle el alimento hasta
allí.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores
de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al
ave. Encargó entonces la misión a miembros de
la corte, pero nada sucedió; por la ventana de
sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro
continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando
entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la
mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente
por los jardines.

Traedme al autor de ese milagro dijo.
En seguida le presentaron a un campesino.

¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste?
¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombrecito explicó
No fue difícil, Su Alteza: sólo corté la
rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas
y se lanzó a volar.


Así somos los seres humanos. Estamos atados
al pasado y al presente porque no nos hemos
dado cuenta de que tenemos el poder de volar y
buscar nuestro verdadero destino.
Algunos tienen el privilegio de que algún
acontecimiento rompa la rama de la costumbre,
de la seguridad. Sólo entonces se dan cuenta de
que son superiores a las circunstancias.
En muchas ocasiones lo tenemos todo y no logramos
vivir plenamente; quizá es necesario que
alguien nos corte la rama para que podamos
arriesgarnos al vuelo. A veces las cosas inesperadas
y que en principio parecen negativas son verdaderas
bendiciones.